Traducción y prólogo de Luis Antonio de Villena. Epílogo de Fernando Pessoa.
Edición bilingüe, portugués-español, en páginas enfrentadas. Tamaño: 12x18 cms. Páginas: 104. Encuadernación: rústica a dos tintas con sobrecubierta. Cosido.
Retrato del autor a color (copia del bromuro de plata encartado en la segunda edición de 1922)
Primera edición (100 ejs.).
Año: 2013.
PVP: 12 €
António Botto es, hoy, un semiheterónimo de Fernando Pessoa, según la afortunada expresión de Jorge de Sena. Para ser heterónimo del todo le sobró lo que a los otros le faltaba: existencia real. Produjo muchos libros de poemas –y algún cuento infantil que le procuro fortuna al traducirse al inglés– pero es recordado fundamentalmente por un libro: “Canciones”. “Canciones” se editó, después de su primera edición (que traduce aquí Luis Antonio de Villena), numerosas veces, pero la que dio celebridad a Botto fue la segunda, publicada por Pessoa en su sello Olisipo, y que provocó un escándalo civil en la Lisboa de los años veinte, cuando las juventudes católicas pidieron a las autoridades que el libro, considerado pornográfico, fuese retirado. En realidad, no hay pornografía por parte alguna, es el signo inequívocamente uranista de los poemas de Botto lo que hizo que se levantara aquella violenta polémica en la que, entre otros, intervinieron el propio Pessoa y Raúl Leal. Si nos atenemos a la literatura, Botto es un renovador de las formas que vuelve la mirada a la dicción popular, delgada, sencilla y armónica, como había empezado a hacer en España García Lorca y haría enseguida Rafael Alberti. Esta que presentamos es la primera edición completa en español del legendario libro de Botto.
António Botto (Concavada, Portugal 1897-Río de Janeiro, Brasil, 1959) alcanzó celebridad cuando su libro “Canciones” ocasionó un gran escándalo, por su alto voltaje homoerótico, en la Lisboa de los años veinte. Después publicó muchos libros de versos, obras teatrales, libros de prosas y cuentos infantiles: ninguno alcanzó la importancia de “Canciones”. Quedó rezagado, como un curioso personaje de la vida cultural lisboeta. A pesar de que frecuentaba a los marineros del puerto en las noches canallas, se casó y se mantuvo casado hasta el final, pues «el matrimonio le sienta bien a todo hombre hermoso y decadente». Si en los corrillos literarios se le podían reír las gracias, no sucedía lo mismo a la luz del día, en las oficinas en las que tenía que ganarse la vida. Lo echaron de su trabajo por tratar de ligar con un compañero. Llegó un momento en que la vida en Portugal se le hizo imposible: le abucheaban en los cafés, en los cines. Se marchó con su mujer a Brasil, donde la pobreza, y la sífilis, hicieron que sus últimos años fueran penosos. Un coche, cuando despistado cruzaba Botto una avenida en Copacabana, lo atropelló el 4 de marzo de 1959. Doce días después se le acabaron los dolores en el Hospital de la Beneficencia Portuguesa.
Colección dirigida por Juan Bonilla (el número 1, “Cocktails” de Luís Aranha, del que disponemos de ejemplares, apareció en La Isla de Siltolá)